domingo, 11 de enero de 2015

Isaac Newton, un revolucionario del conocimiento científico


México.- Generador de logros indiscutibles en la ciencia, como las leyes de la gravedad, la teoría de los colores y el método de fluxiones, el británico Isaac Newton es reconocido como uno de los genios de la historia de la humanidad.

De Newton se reconoce, sobre todo, por sus aportaciones considerables al pensamiento científico occidental, como padre de la física clásica y autor de dos obras clasificadas por el historiador de la ciencia, Thomas Kuhn, ejemplos de paradigmas científicos.

Se trata de los libros “Philosophiae naturalis principia mathematica” (1687) y “Opticks” (1707), dado que son en sí mismos sistemas completos que sirvieron de base para el desarrollo de la ciencia posterior, de acuerdo con el sitio “biografiasyvidas.com”.

La mayor de sus contribuciones, agrega la fuente, es la introducción del método científico, que establece que las leyes se obtienen por generalización, mediante la inducción y el análisis matemático de los fenómenos o experimentos sistemáticos, y constituyen la única base fiable del conocimiento.

Según datos de su vida publicados en el portal mencionado y en el sitio http://www.tayabeixo.org, Isaac Newton nació el 4 de enero de 1643 en la pequeña aldea de Woolsthorpe, condado de Lincolnshire, Inglaterra; hijo de un pequeño terrateniente y de Haana Ayscough.

Poco tiempo después de haber nacido, su padre murió a causa de una fuerte neumonía y su madre contrajo nuevas nupcias cuando el pequeño Isaac recién tenía tres años, por lo que se fue a vivir con su nuevo marido y al pequeño lo dejó con su abuela materna.

Sus estudios primeros los realizó en King´s School de Grantham y poco tiempo después regresó a la granja familiar, pero debido a sus altas calificaciones y, recomendado por un tío suyo, en 1661 entró en el Trinity College en Cambridge.

De acuerdo con “biografiasyvidas.com”, durante sus estudios en Grantham desarrolló su pasión por fabricar instrumentos mecánicos y por el estudio profundo de la ciencia y de la filosofía.

Mientras que en el Trinity College recibió los conocimientos de filosofía aristotélica, si bien por su cuenta estudió a pensadores más contemporáneos como Descartes, Galileo, Kepler y Copérnico.

En 1663 se despertó su interés por la investigación experimental de la naturaleza, lo cual estudió por su cuenta, esfuerzo del cual resultaría su posterior cálculo de fluxiones.

En 1665 se declaró en Londres la epidemia de la peste, por lo que Newton regresó a su pueblo natal, para volver al año siguiente al Trinity College, pero al reaparecer la pandemia en junio de 1666 se vio de vuelta en casa.

Sus actividades escolares las retomaría en abril de 1667, aunque según el propio Newton fueron los dos años anteriores los de mayor y más fecunda invención, durante los cuales pensó como nunca en las matemáticas y en la filosofía.

Una de sus primeras ideas de entonces fue sobre la permanencia de la Luna en órbita en torno a la Tierra, lo mismo que la teoría de los colores y las leyes de la atracción gravitacional.

De entonces procede, narrada por él mismo, la imagen vuelta popular de la caída de una manzana de un árbol, lo cual observó y que le llevaría a experimentar y redactar la teoría de la gravedad.
Al regresar al Trinity College entró como becario y un par de años después se quedó con la clase del matemático y teólogo Isaac Barrow, y por esos años halló la fórmula para el desarrollo de la potencia de un binomio con un exponente cualquiera, si bien fue publicada hasta 1711.

En sus clases se avocó a la óptica, en la que había puesto su atención desde 1666, cuando tuvo la idea que desembocaría en el descubrimiento de la composición de la luz blanca, una mezcla de rayos de diferentes colores, cada uno de los cuales caracterizado por su distinta refrangibilidad al pasar por un prisma óptico.

Como parte de su experimentación en este campo, notó que los telescopios refractores que utilizan lentes producían una aberración cromática, por lo que para corregirlo diseño un aparato basado en espejos, primer telescopio reflector o Newtoniano, así bautizado en su honor.

Además, intuyó que la luz estaba compuesta de corpúsculos minúsculos que se desplazaban en línea recta en cualquier medio y no como onda, ideas que, según se indica en “www.tayabeixo.org”, son la base de la actual mecánica cuántica.

Para 1677 enfocó su interés en el movimiento de los cuerpos, sus causas y el comportamiento de aquellos en el espacio, si bien sus primeras ideas al respecto las había hecho entre 1665 y 1667. Con sus nuevos descubrimientos, en 1684 publicó sus primeras teorías de las leyes del movimiento.

Tres años después salió a la luz uno de sus principales libros: “Philosophiae Naturalis Principia Mathemática”, empresa en la que fue ayudado y financiado por Edmond Halley, el observador del cometa que en su honor lleva su apellido.

Tal publicación contiene sus tres leyes del movimiento, ideas que fueron tan revolucionarias que sólo con la llegada de Albert Einstein fueron desarrolladas hasta lograr la teoría de la relatividad, también según el portal mencionado.

Además de explicar la ley de la gravedad, encargada de atraer a los cuerpos, lo hizo con la de la gravitación universal, que propone que todo cuerpo con masa atrae a otro y relacionan sus fuerzas de atracción respecto a la distancia que media entre ellos.

Con este trabajo, Newton se ganó el reconocimiento de la comunidad científica, primero, y de la sociedad en general, incluso de Europa, después, lo que le bastó para lograr que el rey Jacobo II declinara en su idea de transformar la Universidad de Cambridge en una institución religiosa.

Tras este hecho, el monarca fue exiliado y en 1689 Newton ascendió a un puesto en el Parlamento británico, al cual renunció para ocupar el cargo de director de la Casa de Moneda, sitio desde el cual propuso usar al oro como patrón monetario.

Los últimos años de su vida los dedicó Newton al estudio religioso, escribió varios textos sobre la interpretación de “La Biblia”, en 1705 se le otorgó el título de “Sir” y en 1723 fue nombrado director de la Real Sociedad de Ciencias, miembro asociado de la Academia Francesa de la Ciencia.

Si bien a lo largo de su vida gozó de buena salud, a partir de 1722 empezó a sufrir de padecimientos renales, que se recrudecieron dos años después, para finalmente fallecer el 31 de marzo de 1727.

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