El 31 de octubre de 1512, los ciudadanos de Roma pudieron contemplar por primera vez los frescos pintados por Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, que ese día se presentaron al mundo. En aquellos tiempos, la luz natural iluminaba el recinto a través de unos grandes ventanales, pero en 1980 estos fueron clausurados por el Vaticano para evitar que los rayos UV del sol
dañaran las pinturas. Desde entonces los casi seis millones de
visitantes anuales de la capilla tenían que admirar esta maravilla bajo
unos focos artificiales. Pero ahora el lugar vuelve a lucir gracias a un nuevo sistema de iluminación recién inaugurado.
Expertos de las universidades de la Sapienza de Roma, de Budapest y
de Barcelona han trabajado en el proyecto de investigación europeo LED4ART para diseñar las luces de la Capilla Sixtina. El resultado es una revolucionaria instalación compuesta por 7.000 diodos emisores de luz (LED) que irradian de forma tenue y uniforme y permiten que desde el suelo se aprecien mucho mejor los detalles de los frescos del genial artista florentino.
"Ha sido un reto enorme. Pero pensamos que hemos conseguido el equilibrio perfecto entre el espectro lumínico y los pigmentos de las obras de arte
para crear la mejor experiencia visual posible. Además, la nueva
instalación tiene una eficiencia energética mucho mayor que el sistema
anterior y no dañará las obras de arte. En definitiva, los resultados son fantásticos y todos estamos muy orgullosos", señala Mourad Boulouednine, coordinador del proyecto.
Además, el nuevo sistema de iluminación de la Capilla Sixtina supondrá al Vaticano un ahorro energético del 60% respecto a un sistema tradicional. La instalación de los 7.000 LED
es solo el primer paso. A partir de 2015 se ofrecerá a los visitantes
unas gafas inteligentes de usar y tirar que les permitirán ver una
reconstrucción virtual en tres dimensiones de la famosa iglesia antes de
entrar en ella para hacer la visita real.
Junto a todo esto, también se estrena un nuevo sistema de
climatización de última generación realizado por una compañía
estadounidense para reducir los niveles de anhídrido carbónico, polvo y otras sustancias
que perjudican a la capilla, así como controlar su humedad y
temperatura. Aun así el Vaticano sigue planteándose la idea de poner
freno al número de turistas, y limitarlo a un máximo de 20.000 personas
al día, con un tope de 2.000 a la vez.
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